Ningún político, por muy hábil que sea, podrá salvar
nada solo, ni siquiera a su propia alma, ¿cómo, pues, la revista Time comete la insolencia de presentar
en su portada a un falso salvador de México, ‘caudillo’ moderno, ‘mesías’ del
nevado de Toluca?
Resulta falso que el gobierno federal esté librando al
país de la narco violencia. En Michoacán es la sociedad civil organizada y
armada, a través de las autodefensas (con apoyo esporádico de la Policía
Federal desde hace pocas semanas; el Ejército se mantiene al margen tal vez
para evitar problemas con DD.HH.), quien está salvando a México al poner en
orden su territorio. En la internética Revolución Tres Punto Cero acaba de
salir publicada una fotografía que retrata, durante el atardecer de ayer 14 de
febrero, a civiles armados que conforman a las autodefensas tomando el control
de la costa michoacana. Los autodefensas lo han hecho sin hacer uso de
patrullas militares ni armamento pesado, tampoco con la parafernalia de
retórica vacua o falsas amenazas, simplemente han actuado con la voluntad y la
valentía de un pueblo harto de la simulación gubernamental cómplice de los
criminales.
Debido a esto, la desconfianza por la presencia
testimonial de tropas federales del Ejército en el estado de Michoacán no es
gratuita, ¿por qué el Ejército interviene testimonialmente hasta ahora cuando
los criminales están siendo vencidos? ¿Alguien en el gobierno salió perjudicado
en sus intereses y pretende recuperarlos, o quiere para sí el crédito de la victoria?
Ante estas lamentables circunstancias nacionales; no
únicamente por la mancha del narcotráfico –como apunta la revista Time– que implica inseguridad y
violencia, sino también por otras calamidades como la corrupción de las
autoridades, el nulo crecimiento económico, el descrédito mundial, el hambre,
la inconformidad social, los asesinatos a periodistas, las desapariciones
forzadas y la trata de personas, el secuestro, el enajenamiento psicológico
ejercido mediáticamente con información inútil y programas de entretenimiento
banales, así como el desempleo y los paupérrimos salarios; nuestros gobernantes
todavía se dan el tiempo de alimentar su ego saliendo en portadas de revistas,
realizando viajes internacionales, y recibiendo premios dudosos otorgados por
organizaciones y gobiernos extranjeros con intereses y cotos de poder en
nuestro país que lesionan gravemente la soberanía.
El horno no está para bollos. Hay frivolidad en
nuestros mandatarios. Esto es lo que la sociedad percibe en ellos. No observamos
un verdadero compromiso con el Estado de derecho y el bienestar social que
anhelamos los mexicanos, y las mexicanas, mandantes republicanos (as), cuya
confianza nuestra ha sido traicionada reiteradamente sexenio tras sexenio,
privatización tras privatización.
Independientemente de que es inadecuada la publicidad
que la revista Time hace al
presidente de México Enrique Peña Nieto, ya que trata de ‘venderlo’ como el
salvador que no es –ni será– pues no se trata de salvar, sino de cumplir la
Constitución y las promesas que hizo durante la campaña electoral, tampoco
estoy de acuerdo con etiquetarlo peyorativamente para ofender a su honorable
persona o a la institución presidencial que él dignamente representa.
Creo que México es tan fuerte –o tan débil– en la
medida de que lo son nuestras instituciones. Es por ello que debemos proteger
–en muchos casos restaurar– a todas y cada una de las entidades públicas de
nuestro país, y la Presidencia de México está dentro de las tres más
importantes, por cuanto se trata del Ejecutivo. La institución presidencial,
aunque la encabeza el ciudadano Enrique Peña Nieto por mandato Constitucional,
es nuestra, nos pertenece a todos los mexicanos –también a las
mexicanas– y debemos cuidarla como parte fundamental de la nación que
conformamos.
Podemos estar en total desacuerdo con las reformas
constitucionales que fueron promovidas por el presidente Enrique Peña Nieto,
podemos y debemos manifestar pacíficamente nuestra inconformidad e incluso
exigir a nuestros representantes legislativos que revoquen dichas reformas,
pero debemos hacerlo dentro del marco democrático vía institucional para no
debilitar al Estado ni provocar una reacción violenta (la cual sería legítima
si es para repeler una eventual agresión civil), por parte de las fuerzas del
orden, que ponga en riesgo la vida de las personas. Debilitar al Estado
significaría dar el tiro de gracia a la clase social más necesitada en virtud
de que esta pervive gracias a la asistencia gubernamental y a la libertad de acción
que aún existe en México.
En este entendido, todavía es temprano para la actual
administración federal recoger quiméricos laureles de su gestión, hay que
esperar al año 2018 para ver si en realidad los merece. No será “Salvó a
México” en la portada de la legendaria revista Time de EE.UU., pero podría ser “Cumplió a México” en la página web Revolución Tres Punto Cero.