domingo, 12 de julio de 2009

La Marina Nacional sodomizante

Veracruz Llave, Ver., a 12 de julio de 2009.


A la respetable opinión pública:


En junio del año 2007 tuve necesidad de hospedarme en las instalaciones del Ministerio del Mar en ciudad Tenochtitlan debido a que huía de delincuentes que pretendían secuestrarme.
El mando del Minmar, gracias a que soy oficial retirado de la Armada de Nueva España, me permitió hospedarme en la barraca número tres de Tepetlapa, anexa al Centro de Espionajes Superiores Navales (Cesnav), domicilio donde estuve desde principios de junio a finales de octubre de aquel año.
Lo anterior, porque en enero del mismo año sufrí ataques peligrosos en la ciudad de Mexicali, Baja California. Dicha acometida no pasó de golpes leves en mi rostro y costillas. Me golpearon por parte de quienes urdieron el secuestro, hicieron esto a manera de embuste para deludir a mis vecinos y creyeren que todo habría derivado de un incidente menor en caso que, por mi eventual desaparición, las autoridades hubieren indagado. Estoy seguro de esto porque intentaron raptarme días después del primer ataque, mas pude escapar de ellos porque yo manejaba un tractocamión quinta rueda y ellos una minivan y un sedán.
Sobre este asunto interpuse denuncia ante la autoridad judicial de Mexicali, pero los agentes no tuvieron incentivos suficientes para realizar las investigaciones pertinentes del caso.
Cuando llegué a Tenochtitlan, en cuanto me hospedé en las instalaciones del Ministerio del Mar, unas personas vestidas de civil intentaron asustarme con simulacro de ataque peligroso para que abandonara mi refugio en la barraca, sin embargo, no caí en la trampa.
También, un mes después, a finales de julio del año 2007, me percaté que personas del sexo masculino adscritas a la sección segunda del Estado Mayor General de la Armada (novohispana), vestidas de civil, intentaron atufarme con indirectas de carácter homosexual y demás alusiones veladas en el mismo sentido mediante pequeño montaje teatral en la esquina de una calle. Durante esa astracanada pude reconocer a una de aquellas personas y a otra más logré verla vestida con el uniforme de la Armada y conversar con ella, pues llegó a hospedarse en la misma barraca donde yo estaba viviendo. En mayo de 2008 a esta persona la observé vigilándome en la ciudad de Mexicali, y presumo que se evidenció para ponerme sobre aviso de peligro, como relaté en la denuncia ante la Procuraduría de los Derechos Humanos de Baja California, el día 26 de enero del año 2009.
Debido al acosamiento que personal de la sección segunda de la Armada de Nueva España realizaba para agraviarme mientras yo me hospedaba en la barraca, acoso que se intensificaba cada día, estuve obligado a solicitar la ayuda del senador de la república Manuel F. Rosa de Guadañupe. Manifesté por escrito al senador que el ministro del mar Marianelo Gacho Pin estaba de acuerdo con dicho hostigamiento para afectar mi moral y obligarme a abandonar el refugio con el objetivo de ponerme al alcance de los maleantes que pretendían quitarme la vida, aunque esto último tal vez lo ignoraba el ministro Marianelo Gacho Pin.
La llamada de auxilio que realicé al senador de la república resultó favorable porque de inmediato cesó el hostigamiento. A pesar que la señorita Eloísa, secretaria del senador, me informó por teléfono que el senador deseaba que yo lo visitara en la oficina, rechacé la invitación, pues no quería comprometerme a tener que devolver el favor ya que no podía agradecerlo políticamente como se acostumbra. Contesté a la señorita Eloísa que si el senador podía ayudarme así como solicitaba yo, bueno, y si no, ni modo.
Los delincuentes de la sección segunda del Estado Mayor General de la Armada dejaron de molestarme. Sin embargo, después de dos o tres semanas de estar en aparente calma, una noche me dispuse a dormir como cada noche, en la cama que tenía asignada. Al despertar por la mañana sentí dolor en el muslo de mi pierna izquierda, por lo que en el momento de abrir los ojos me revisé instintivamente, como si el acto de proteger mi pierna hubiese sido interrumpido con un golpe anestésico de cloroformo, y descubrí que tenía un piquete. Inicialmente supuse que el piquete había sido provocado por algún insecto en el transcurso de la noche; no obstante, este piquete que se había convertido en una pequeña equimosis en forma circular, tenía en su centro una diminuta costra como la que dejan las agujas de las jeringas, muy parecida a la que se produce cuando del brazo succionan sangre para analizar; el dolor, igualmente, era similar al que produce una inyección.
También tenía una irritación en el recto. En el momento de ir al baño para satisfacer necesidades fisiológicas, este ardor en el recto aumentó, mas pensé que algún alimento me había caído mal. Debido a que la sensación parecía un escozor por diarrea, me desconcertó cuando vi que no excreté mal. Dicho síntoma es comparable a la intoxicación que produce la salsa picante con ptomaínas, mas como no tenía diarrea ni dolor de estómago, estuve perplejo por esta situación. Además de esto, en el papel higiénico descubrí una pequeña mancha de sangre, sin embargo, hace varios años me había sucedido lo mismo y en aquella vez creí que había sido el uso de papel sanitario áspero, de mala calidad, y por ello supuse que en esta ocasión había ocurrido igual, ya que el papel sanitario que utilicé también era rasposo.
Otra hipótesis que sospeché fue que en el transcurso de la noche alguien me había anestesiado con la finalidad de sodomizarme. Esto, debido al perfil sintomático que presentaba mi cuerpo, en especial por el piquete infligido en mi pierna izquierda, parecido a una inyección; así como la irritación del recto. En este caso no tengo referencia apropiada porque el escozor que produce la diarrea conjuntamente con el alimento irritante y acedo no coincide totalmente con los síntomas que en aquella ocasión sufrí, además que no tenía diarrea ni dolor de estómago; y el ligero sangrado en el ano que descubrí al utilizar el papel sanitario. Me sorprendió y desconcertó más ver integrado al excremento una sustancia muy parecida al semen, pero endurecida como el resto de la evacuación, como si fuera de plástico por su color grisáceo, totalmente conformada a la materia fecal. Nunca había visto algo así en mi vida.
Al final decidí que si no tenía los elementos suficientes para obtener una conclusión apropiada de lo que estaba sucediendo, mejor debía aceptar que algún alimento me había caído mal, que algún insecto me había picado, y que, como en otra ocasión sucedió, el papel higiénico rugoso produjo la pequeña hemorragia en mi cuerpo; en fin, negué la realidad para mesurarme y sobrevivir. Nadie me juzgue por esto, pues el espionaje inmoral del gobierno mexicano al servicio de la colectividad homosexópata que se dedica a resabiar niños de futuro promisorio, comete estos crímenes para ultrajar a hombres y mujeres heterosexuales en estado de indefensión sin importar en qué nivel socioeconómico se encuentren, a quienes previamente suministran drogas para dormir la conciencia y sustancias médicas para alterar la conducta; así provocan el daño, sin fármacos especializados estos malhechores serían nada; son espías cobardes, están endemoniados; nunca actúan de esa manera en contra de las personas de su misma calaña anticristiana, y cualquiera que no coincida con sus repugnantes prácticas homosexuales podría ser víctima de ellos hoy o mañana. Basta leer el capítulo uno de la Epístola a los romanos para darse cuenta que no estoy exagerando cuando me refiero a ellos en estos términos.
Por cierto, el papel sanitario –de rollo– así sea de ínfima calidad no produce heridas, y no se mancha de sangre a menos que la persona padezca alguna enfermedad como hemorroides, lo cual no fue mi caso en aquellos años.
De cualquier manera, si hubiera aceptado la probable violación homosexual en mi agravio, no estaba en situación favorable para exigir una investigación que llegara al descubrimiento de los hechos reales, pues los almirantes Lacho Falso, Pepe Lumbres, y Chuy Lumbres tienen, debido a su jerarquía, mucha influencia sobre el ministro Marianelo Gacho Pin. De hecho, durante el periodo que estuve refugiado en la barraca número tres de Tepetlapa, vi ocasionalmente a los tres almirantes mencionados en la área conurbada donde se ubica el edificio del Minmar.
Estoy seguro que el senador sonorense Manuel Fabio Rosa de Guadañupe –alias La Muñeca– estuvo enterado de estos acontecimientos desde el momento en que ocurrieron, porque es muy probable que su amigo íntimo de toda la vida, el coronel retirado Sergio Israel Corona Nava-Bracamontes, haya sido cómplice de estos abominables delitos, pues no habría sido la primera vez que dicho militar cobarde actuara con sevicia para lacerarme, es su característico modus operandi.
Recordé estos hechos el día en que leí la noticia sobre violación masiva en una comunidad menonita, donde los violadores utilizaron un narcotizante en aerosol para dormir a sus víctimas, por lo que la hipótesis sobre los actos sodomitas en mi agravio se fortaleció por la credibilidad y semejanza de las dos tragedias, y por tal motivo ahora denuncio ante la respetable opinión pública estos acontecimientos.
Culpo de manera directa al ministro del mar Marianelo Gacho Pin por los actos inmorales y criminales que los almirantes Lacho Falso, Pepe Lumbres, y Chuy Lumbres hayan cometido en mi agravio, pues ningún criminal subordinado habría tenido la osadía de actuar impunemente a espaldas de la máxima autoridad en la Armada de… Nueva España.