Hoy se llevará a cabo la
clausura de los Trigésimos Juegos Olímpicos de Londres 2012. La dichosa justa
olímpica está convertida en una espléndida fiesta planetaria magníficamente
organizada por los ingleses, quienes ratifican con esto –entre otras virtudes–
ser una de las culturas más pachangueras
del orbe.
Gracias a la magia de la
televisión, en especial la excelente cobertura de Televisa Deportes (honor a
quien honor merece), la mayoría de los mexicanos disfrutamos ayer la conquista
áurea de la selección azteca de futbol ante el gigante Brasil, víctima del
hambre de triunfo de los otrora ratoncitos
verdes. De aquel mote peyorativo ya nadie se acuerda, ¿verdad?
Sólo un hidalgo de
tequila habría aturdido tan fuerte a los brasileños como hizo el inmisericorde
gol de Oribe Peralta, ¡a los veintiocho segundos de iniciado el juego! Si antes
era fácil amar a los ingleses y a su reina, ahora, con este bello recuerdo
olímpico acaecido en el nuevo estadio de la legendaria Wembley, de seguro será más
fácil todavía.
Aunque el futbol es el
deporte con mayor popularidad en el mundo, el resto de la delegación olímpica
mexicana en sus diversas disciplinas deportivas no sufre demérito, pues fue
emocionante y conmovedor ver el ahínco con el cual los mexicanos buscaron una
medalla para coronar sus esfuerzos; algunos atletas la lograron, son siete las
medallas conseguidas; mas todos –con
medalla o sin medalla– son dignos de respeto y reconocimiento; son el orgullo
de todo nuestro país; lo mejor y más noble de la sociedad mexicana se ha visto
reflejada en ellos durante estas competencias.
En el otro extremo de la
realidad social y política de México se encuentran los calamitosos
partidócratas y su embrollo electoral cada vez más confuso y problemático
debido a una supuesta operación financiera con dinero del narcotráfico, así
como un probable excesivo gasto de campaña por parte del PRI y su candidato
vencedor Enrique Peña Nieto; lo cual no fue reportado al IFE, contraviniendo la
ley, según los dimes y diretes partidócratas. Yo mejor tiro la toalla y me
refugio en esta máxima cantinflesca: México es un país donde nunca pasa nada, y
cuando pasa, nada pasa.
Por si esto es poco, los
partidócratas además tienen ocurrencias, como la espantosa idea de proponer la
asunción al poder de un presidente interino para organizar en el devenir del
tiempo –por allá en el año 2014– (¡) otras elecciones (!), (¿) con el fin de
volverlas a impugnar (?), ¡Seguramente! Para entonces, el pretexto de anulación
no sería por dinero sucio y gastos excesivos de campaña porque –como bien
conocemos a los partidócratas– ya se habrían protegido contra esto con alguna
reforma inmunitaria, sino por algún otro motivo circunstancial con el fin de
impedir cualquier intento de progreso nacional; y tal parece, tratan a toda
costa de evitar las reformas laboral, fiscal, energética y educativa, y lo
único digno de interés según todos los partidócratas habidos y por haber es
seguir desangrando el presupuesto estatal, pues el credo por ellos respetado es
el mismo del sobresaliente escritor y político veracruzano César –El Tlacuache–
Garizurieta (1905-1961): Vivir fuera del presupuesto (gubernamental) es vivir
en el error; y de esta idiosincrasia nadie los sacará.
Sería absurdo y
perjudicial para el país un interinato de dos años como proponen los políticos
de izquierda, máxime cuando la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos prevé una salida republicana al problema legaloide electoral de los partidócratas: el interinato de treinta
días. No requerimos más. Al presidente de la república Enrique Peña Nieto
costará enorme esfuerzo legitimarse si el IFE no lleva a cabo nuevas elecciones
a manera de segunda vuelta electoral, mediante la cual su triunfo del 1 de
julio pasado sea confirmado de forma absoluta y sin cuestionamientos de ninguna
especie. Con esta medida, tanto el gobierno como la sociedad saldrían por igual
beneficiados, habría una avenida amplia para realizar las perentorias reformas
estructurales requeridas por México.
Claro, para llevar a cabo
esto será indispensable realizar unas elecciones presidenciales a la francesa,
tipo exprés, más o menos de cuarenta y cinco días, para votar a finales de
noviembre próximo y se otorgue la constancia de mayoría a mediados de
diciembre; asimismo, se rinda la protesta del nuevo presidente electo el día 30
de diciembre, apenas cumpliéndose el interinato. El actual presidente francés François Hollande ganó la
elección de su país el día 6 de mayo pasado, y recibió la presidencia de Francia
tan sólo diez días después de los comicios. En México deberíamos emular el
sistema electoral francés si queremos ser, algún día, país moderno como
Francia, por ahí podríamos comenzar.
Amén de lo manifestado
por los partidócratas de izquierda, para los ciudadanos libres la próxima
presidencia de México no podrá ser legítima porque los consejeros del IFE
negaron el registro a candidaturas independientes. Hicieron esto contraviniendo
la Constitución, pues como ya se ha mencionado en múltiples ocasiones por
diversas voces, la Constitución permite las candidaturas independientes, y
ahora con la nueva reforma política aprobada por diecisiete legislaturas
estatales y promulgada por el presidente de México, cuantimás los ciudadanos
independientes tenemos el derecho a registrarnos ante el IFE como candidatos a
puestos de elección popular. En este sentido, parafraseando al Movimiento
Estudiantil Yo Soy 132, ¡Yo Soy 59!, pues el IFE negó a cincuenta y ocho
ciudadanos el registro de sus respectivas candidaturas independientes a
diputado federal, senador y presidente de la república.
Más nos convendría a los
mexicanos ponernos de acuerdo y organizar unas elecciones plurales y
democráticas, así como un necesario interinato presidencial de treinta días
para poder concretarlas, y no el interinato de dos años como se pretende, pues
no podríamos realizar unas elecciones presidenciales para el año 2014 y al
mismo tiempo construir las apremiantes reformas estructurales en las materias
laboral, hacendaria, energética y educativa.