Primer
desvarío: seudónimos.
Alejandra
Cano me espera frente a la farmacia Benavides de la avenida Serdán y
calle Dieciocho. La descubro en el momento que salgo del café
Internet localizado a setenta y cinco metros de donde ella se
encuentra.
Daniela
–papel protagónico de Alejandra en la exitosa telenovela Cielo
Colorado– luce atractiva, está toda vestida de negro: el pantalón,
la blusa manga larga, las zapatillas de tacón bajo, así como el
bolso que cuelga de su hombro izquierdo; todo es negro; incluso el
maquillaje con el que ha atezado toda su piel desvaída también es
negro; no el café característico de la piel indígena sino
fuliginoso como el color mulato. Mientras me aproximo a ella, percibo
que está nerviosa, inquieta, y transpira. No es para menos, el
riesgo que corre al contactar conmigo es alto, una traición es
imperdonable entre los espías fascistas homosexuales del servicio
gubernamental.
Segundo
desvarío: casos de hostigamiento.
Ahora
camino para encontrarme con Alejandra, es la 1:20 p. m., del día 5
de octubre del año 2011. Mañana jueves a esta misma hora, en la
esquina frontal izquierda de la tienda Coppel principal, en el centro
de la capital sonorense, me estarán esperando alrededor de siete
personas, quienes al tenerme a pocos metros de distancia, emprenderán
al unísono una marcha frente a mí hacia el interior de la tienda.
Me llamará la atención una mujer esbelta de muy buenas proporciones
que caminará detrás del grupo de cinco personas, las otras dos
restantes detendrán su marcha para observarme; la cual vestirá
blusa negra y pantalón de mezclilla azul deslavado, tan entallado al
cuerpo que, imaginaré, tal vez no es pantalón lo que trae puesto
sino un tatuaje simulando un pantalón de mezclilla azul deslavado
con una imperceptible rotura a la altura media central del glúteo
izquierdo. Nunca en la vida yo hubiere visto algo así de
espectacular de no haber sido porque sucederá mañana, será
insólito.
Dentro
de la tienda Coppel estará esperándome la señora Rely Shown,
conductora de televisión, recubierta su piel clara con color sepia
característico, jamás veré ese color de piel en otra persona a
menos que la atecen con el mismo maquillaje. Acto continuo, la señora
Rely dirá para sus adentros mientras la observo: “¡Ay nanita, ya
me descubrió!”. No obstante, se sobrepondrá de inmediato
auxiliándose con la actitud retadora que asume en el show morboso de
Tv Esteka. Esta no será la única anécdota que yo podría tener
mañana en la capital sonorense del Pitic; sin embargo, evadiré el
resto del asedio.
Resulta
inverosímil que en un país de leyes como nuestra Nueva España las
mafias agravien en absoluta impunidad a la sociedad. En este caso, la
mafia televisiva se vale de un chantaje para violar la Constitución
y leyes novohispanas. Lo único que necesita es un pretexto para
cometer sus crímenes de hostigamiento, extorsión, difamación,
discriminación y chantaje. El primer paso es ofrecer ayuda a la
supuesta víctima prometiéndole que resolverán su problema si envía
la historia al correo electrónico impunidad@ tv esteka .com .ne. Con
esta medida –la historia de la supuesta víctima que ellos
convierten en denuncia– pretenden inmunizarse contra cualquier
demanda que la parte agraviada pudiere formular. Lo peor del caso es
que ninguna autoridad legalmente constituida, como podría ser el
Ministerio del Interior, el Congreso de la Unión, o ya de perdida
algún fiscal, obliga a esa mafia televisiva a respetar el orden
constitucional de derecho que debe regir en nuestro país.
Último
desvarío: homónimos.
—Buenas
tardes, caballero, ¿es usted Gustavo Marsanto?
¡Sabe
mi nombre! ¡Lo puedo creer! –pienso, afectado por la emoción.
Alejandra
me esperaba, tal como presentí en el momento anterior, cuando salí
del café
Internet y la reconocí.
Ahora
conversamos mientras caminamos juntos por la avenida más famosa de
Heroica Guaymas. No presto atención ni observo a los demás
transeúntes como siempre hago, pues ella capta todo mi interés; su
voz cálida continúa maravillándome con información que yo
consideraba exclusiva de la Interpol y otras agencias secretas
novohispanas, privadas y gubernativas; todas costeadas por el erario,
dicho sea de paso.
—La
hipótesis que realizaste sobre el atentado a Garcilaso Talamante es
precisa –continúa Alejandra. Analizamos la secuencia de hechos,
más la información que teníamos, y desde el primer instante
supimos que el ejecutor del asesinato es Ebrión «Groserito»
Fragille Gievón, el comentarista deportivo del noticiario Matontino
Estrés, de Loco Tv; y digo matontino
porque dejó varios rastros mediante los cuales armamos teorías
puntuales que lo acusan directamente.
—Aunque
fue un crimen de los denominados “matutino exprés” por el modo
sencillo de operar —esto
es, el sicario aborda por la mañana a la víctima que se dirige al
trabajo, dispara y se retira en aparente calma—
hubieron varios testigos presenciales de la escena del crimen que
Groserito ignoró, los cuales nos proporcionaron datos valiosos como
el retrato hablado de Groserito.
—Desafortunadamente,
la orden de detener la investigación y de sembrar evidencias falsas
para ocultar los hechos fue tajante. No hemos podido hacer nada más
para contrarrestar la impunidad de los asesinos. Esto, tocante al
caso de Groserito, pero, lamentablemente, hay más daños colaterales
por los delitos de espionaje, más otros agravios, que bien sabes han
cometido en tu perjuicio agencias especializadas gubernamentales como
la Interpol y la Fiscalía Nacional.
—No
me digas –interpuse–, ¿acaso la muerte de Alberto «El Kini»
García también se debe a que trató de denunciarlos?
—¡Acertaste!
–respondió Alejandra. Cuando El Kini se enteró que el jefe Nava
durante los operativos utilizaba niños de una red de prostitución y
explotación sexual infantil, se indignó y lo enfrentó. En aquella
ocasión ambos altercaron y El Kini denunció los atropellos y abusos
nefandos que el jefe Sergio Israel Corona Nava-Bracamontes cometía
contra los niños.
—Como
puedes imaginar –enfatiza Alejandra–, la denuncia nunca prosperó;
al contrario, pocos días después de la violenta discusión entre El
Kini y el jefe Nava ocurrió el fatal accidente aéreo que costó la
vida de El Kini y del oficial copiloto que lo acompañaba. Con
relación a este crimen, sabemos que adulteraron las bebidas y
alimentos que El Kini ingirió; de tal manera que cuando El Kini
abordó el avión estaba perturbado, fuera de sí, iba enajenado,
inducido a estado severo de angustia y miedo que —aunado
a las amenazas que recibió respecto a su familia—
lo empujaron al suicidio.
Alejandra
aparentó estar en calma durante el trayecto, pero no pudo controlar
su nerviosismo, y por estarse quitando el sudor que deslizaba por la
punta de su nariz provocándole comezón, removió esa parte del
maquillaje, dándole por resultado una discromía con forma de bello
lunar blanco, parecía vitíligo. Ella no se dio cuenta del lunar.
Por fortuna, su misión había concluido de la mejor manera y tendría
oportunidad de colorearse una vez más. No exagero, esto sucedió así
y relato con estricto apego a la realidad.
—Esto
que he dicho es todo lo que tengo para ti. Espero que puedas utilizar
mi confesión para tu provecho; sin embargo, si tú no actúas
nosotros tampoco podremos hacerlo. Por cierto, Lambderto Dámaso
García —el
buen hijo Lambda—
te envía un fraternal saludo. Hasta luego –remató Alejandra.
Finalmente,
la actriz Alejandra Cano desapareció entre la multitud que concurría
en la avenida Serdán y calle Diez de la ciudad y puerto turístico
de altura Heroica Guaymas de Zaragoza, Sonora.