La
situación socio-política en este país mejoraría con la sola aplicación de la
ley sin hacer acepción de personas. Pero el sistema no actuará contra sí mismo,
no tocará a los potentados regionales, ni a los caciques, los cuales tienen
bajo su control la organización de las bandas criminales, así como a las instituciones
políticas con las cuales realizan convenios ilegales para conservar el poder y llenar
sus haciendas con dinero ilícito.
Por
esta razón no creo en el programa de seguridad pública y de reforma del estado
de derecho que propone el presidente Enrique Peña Nieto. Primero, porque
significaría mayor gasto público tan sólo para dar una ‘manita de gato’ al desacreditado
gobierno federal; segundo, porque sataniza a las otras víctimas del sistema de
procuración de justicia gubernamental: las policías municipales, que bien
sabemos no tienen capacidad de actuar por iniciativa propia y no les queda de
otra –a menos que los policías decidan morir de hambre o ser asesinados– que
obedecer las sinrazones gubernativas derivadas de la asociación delictuosa
entre los funcionarios del servicio público con los capos de la mafia. Si
alguien en el gobierno carece de libertad de acción, son precisamente las
policías municipales. Por otro lado, son admirables los resultados en seguridad
pública cuando los mandos policiales dan a sus efectivos los medios apropiados
para ejercer la función policíaca, como es un sueldo digno más el
adoctrinamiento de un servicio público honesto, honrado, eficaz y eficiente,
basado en la legalidad, pero también en el buen ejemplo y honorabilidad de
dichos mandos, y que cumple la misión policial logrando la meta de concretar un
bien superior que trasciende, como es el bienestar integral de la comunidad.
Y
tercero, resultaría más fácil mejorar lo que ya se tiene con las policías
municipales actuales que empezar otro ciclo de corrupción con nuevas
contrataciones, pues si no se ha logrado que los policías experimentados actúen
conforme a su código deontológico, tampoco se conseguirá con los novatos por la
simple y sencilla razón de que los mandos superiores actuales –me refiero a los
políticos asociados con los capos, llámense potentados, caciques, o
funcionarios gubernamentales– no tienen intención de lograr.
Los
enemigos son los de casa, por ahí debemos empezar y podemos despedirlos mediante
el voto efectivo contra la partidocracia en las elecciones generales del año
2015. Esta es la propuesta de Votar conviene.