jueves, 31 de julio de 2014

Abacto

Debatir sobre el aborto provocado –el abacto, según el diccionario Porrúa– es un tanto cuanto inútil entre personas de creencias opuestas porque nadie cambia su postura. Ateos y teístas siempre van a discrepar sobre este tema en virtud de que existen la conciencia espiritual, la moral, y legal. No solo es un asunto moral, en el cual intervienen muchos factores que vuelven controversial la disyuntiva. Proteger la vida, ya sea de un cigoto, feto, persona, bebé o como se quiera llamar a la unión de los gametos femenino y masculino que forman a la nueva célula humana individual con vida autónoma propia, debiera ser esencial en la sociedad. En este caso no debería haber discusión porque el derecho a la vida es capital sobre cualquier otro derecho.
El problema de los abactos ilegales –porque se realizan en la clandestinidad– debe ser resuelto en todos los estados del país independientemente de la creencia en la existencia o no existencia de Dios, que es cuestión personal. Lo que no se debe hacer es privar de la libertad a la mujer que está en la terrible situación de decidir la eliminación de su descendiente, ya que la responsabilidad de un embarazo no deseado es mayor en el varón que en la mujer, pues no sería justo que aparte del embarazo la mujer también cargue con la responsabilidad de procurar el bienestar integral de la criatura. En este entendido, el hombre también es responsable y merecería el mismo castigo legal que la mujer y los dos tendrían que ir a la cárcel. No se debe dejar toda responsabilidad a la mujer que ya carga con el embarazo, o el abacto, en su caso, que no es cualquier cosa. Por otro lado, si la célula humana no logra prosperar en la matriz y sucede un aborto, este se debe a razones naturales no inducidas, y no existiría responsabilidad de ningún tipo para nadie.
Por lo general, quienes creen que no existe Dios no tienen problema de conciencia sobre el abacto a diferencia de quienes creen en la existencia de Dios. Pero el problema es que ya sea legal o ilegal, moral o inmoral, el aborto inducido existe y es deber de las autoridades sanitarias proporcionar los medios para proteger la vida de las mujeres que deciden abortar. Así, con un cobro de recuperación en los hospitales del Estado se cerraría el círculo económico de la próspera industria hedonista en este rubro copular.
De no ser porque existe una industria boyante de inmensas ganancias que se ve muy favorecida debido a la mala educación sexual en la sociedad por la difusión indiscriminada que se da a la venta de condones, juguetes sexuales, y concurrencia en moteles, por mencionar unos ejemplos, este problema de los abortos provocados sería insignificante porque habría otra escala de valores en las personas.
Lamentablemente, el gobierno mexicano en lugar de promover la abstinencia hasta el matrimonio entre donceles y doncellas, que además por su corta edad no tienen la madurez emocional necesaria y caen en promiscuidad por la incitación publicitaria, promueve de manera hipócrita a través de spots el uso de condones en adolescentes (como si dichos condones no costaran y les fuesen a caer del cielo), lo cual constituye una ilegalidad que sería tipificada como perversión de menores; de esta forma absurda actúa el gobierno como si estuviera de acuerdo o fuera socio empresarial de la industria sexual.