Producciones
@Cibergrillo presenta:
Operación
Sodoma. Misiva infiltrada
Para:
ministro@minmar.gob.ne
De:
gustavomarsanto@email.com
Asunto:
Respuesta a: Hola.
Dedicado
a estar en casa, pervivo en mi ciudad natal Heroica Guaymas. Tengo
todo el tiempo libre; luego entonces, leo mucho y también me
divierto en Twitter, veo televisión, salgo a caminar, cultivo
arbolitos, juego con mi gata Bikina y sus tres crías: Fortino,
Bartolo e Indalecio (FBI); entre otras terapias ocupacionales que
realizo para no deprimirme por falta de trabajo bien pagado.
Los
únicos empleos disponibles para mí en Heroica Guaymas son
paupérrimos, pagan el sueldo mínimo y esto no alcanza ni siquiera
para los refrescos y el transporte.
Permanezco
desempleado, a la expectativa de mejor oportunidad. Mi familia me
apoya, la ayudé cuando podía hacerlo y ahora sabe agradecerme.
También estoy en una asociación ejidal donde todo va de maravilla.
Tal
como te comenté ayer por teléfono, estoy obligado por las
circunstancias y por unos criminales del Ministerio del Mar-Armada de
Nueva España (Minmar), homosexuales de ropero de quinta categoría,
ya que todo mundo sabe que son de esa calaña, quienes no me han
dejado en paz, al igual que mi expadrino diabólico Sergio Israel
Corona Nava-Bracamontes –la
acusación es seria, él es satanista–,
ahora militar retirado del Ejército, quien ha estado haciéndome
daño desde, por lo menos, el sexto año de primaria, ciclo 1979-80,
cuando adulteraron el agua de algunas de las botellas que nos
repartieron a todos los niños mientras nos formaban en filas sobre
el patio central de la Escuela Primaria Lázaro Cárdenas del Río,
para hipnotizarnos, a mí y a otros niños. Los victimarios fueron
selectivos, no a todos los niños hipnotizaron.
Recuerdo
bien aquella hipnosis en el sexto año escolar –tenía
once años de edad–
porque por primera vez bebí agua embotellada, en botella normal de
plástico transparente, sin etiquetas ni leyendas y de trescientos
cincuenta mililitros, con tapón azul; agua que el ayudante del
hipnotizador me obligó a ingerir, pero esto no hizo con los demás
niños a mi alrededor. Cuando me ordenó que la bebiera, respondí:
“No tengo sed”. —No importa, ¡bébela! –me
apremió. Tuve que ingerirla a la fuerza.
No
sé qué ocurrió durante aquellas horas o minutos que estuve sedado,
nadie me comentó nada sobre ello. No recuerdo haber pasado al
estrado donde el hipnotizador realizaba el espectáculo con los
primeros niños enajenados por la droga que el ayudante malicioso los
obligó a consumir.
Salí
del trance en la aula. Un niño estaba castigado, de pie frente al
grupo porque el maestro lo reprendió por algo malo que el niño
hizo. Dicho niño volteaba a mirarme con insistencia, especialmente a
mí; de hecho, desperté con él observándome mientras yo permanecía
sentado en mi mesabanco; fue una circunstancia paradójica ya que el
niño no tenía el rostro compungido por el castigo como sería de
suponerse, al contrario, se mostraba despreocupado y sonriente, en
control de la situación.
La
segunda ocasión que vi a este niño fue tres años más tarde en un
entrenamiento de voleibol en la Escuela Secundaria Técnica número
30 y aparentaba ser joven mayor que yo. Por disposición del profesor
de educación física, él impartió la práctica de aquel único día
que asistí, en la cual me hostigó con críticas homosexualoides.
Fue tan incisiva y fuera de lugar su terquedad, que uno de los
estudiantes me instó a reportarlo al prefecto, pero opté por no
presentarme más al entrenamiento.
En
junio de 1985 volví a verlo por tercera ocasión cuando hacía
exámenes junto conmigo para ingresar al internado de la Heroica
Universidad Naval Militar (HUNM), siendo ambos egresados de la
generación 85-90. De aquella vez en adelante se ha comportado
prudente, él y sus personajes que interpreta.
En
agosto del año pasado intentó una escaramuza, caracterizó a uno de
sus compañeros del Ministerio del Mar amigo mío, el capitán
Lozano, mas finalizamos saludándonos como si yo no me hubiera dado
cuenta de su fallida trampa y disfraz. Continúa rondándome, da sus
vueltas de vez en cuando. Es Jorge Cruz Salinas Castro-Martínez.
Hoy
día, a la luz de los hechos, sospecho que el profesor de educación
física de la secundaria estuvo involucrado en aquel ardid del
entrenamiento, porque años después cuando ingresé a la HUNM
encontré que él se desempeñaba allí como instructor deportivo,
con otro nombre, por supuesto. Además, en la escuela secundaria yo
nunca iba al entrenamiento de voleibol y él me insistía a diario
para que acudiera. El único día que asistí a la práctica fui
cruelmente tratado como ya describí. Después de aquel día del
acosamiento, el profesor deportivo no me molestó otra vez con sus
invitaciones a entrenar.
Dicho
sea de paso, también el psicólogo de aquella secundaria cometía
actos viles y perversos. Según me notificó un familiar, el
psicólogo violaba a niñas de la escuela en el consultorio, previa
hipnosis. Personal de limpieza descubrió en el año 1985 varios
fetos en los cestos de basura del baño de mujeres. Fue así como
iniciaron las investigaciones y las autoridades dictaminaron que
aquellos abusos sexuales eran infligidos por el psicólogo. Como
consecuencia del escándalo por las evidencias y denuncias de algunas
niñas, el psicólogo pederasta huyó. El violador posteriormente
ingresó –o
tal
vez regresó a su verdadero empleador–
al Minmar, y por azares del destino me topé con esa misma persona en
el año 1993 en el hospital naval de Mazatlán, donde me percaté que
había niñas de secundaria realizando tareas escolares y eran sus
alumnas. Este psicólogo ostentaba el grado de teniente de navío;
debía entrevistarme con él, pero en cuanto me miró, sin pronunciar
palabra dio media vuelta y no volví a verlo sino en el año 2010, en
la colonia Sahuaripa de Heroica Guaymas, y sospecho que aquel día
estaba espiándome por parte de la Gendarmería Nacional.
Referente
a mi compañero de grupo apodado El Abuelo, en la preparatoria Centro
de Estudios Tecnológicos (CET) del Mar de Heroica Guaymas, en el año
1985; entró de oyente empezando el tercer semestre, y cometió el
exabrupto de presumir que trabajaba en el gobierno federal como
agente secreto comisionado a espiarme; lo cual motivó que todos en
el salón riéramos y asumiéramos como broma aquella confesión,
excepto el ingeniero Enrique Rocha que nos impartía la clase, quien
consideró delicada la inusitada información.
Este
dichoso compañero también ingresó a la universidad naval en 1987,
dos años después de mí; conservó su apodo de El Abuelo, y pude
identificarlo a pesar que rasuró su barba y bigote, pero negó que
fuera el mismo sujeto; se dedicó a calumniarme en todo aquel tiempo
que estuvo internado conmigo en la HUNM, en el mismo dormitorio. Esa
infamia de El Abuelo fue su moneda de cambio para poder ingresar con
dispensa de edad a la HUNM, y seguramente fue la misión que el
padrino diabólico Sergio Israel Corona Nava-Bracamontes asignó para
él.
Manuel
F. Rosa de Guadañupe tiene conocimiento pleno de este asunto y está
de acuerdo con todas las perversidades que hacen los espías
delincuentes para agraviarme, actos execrables que ni a los animales
se deben provocar.
El
presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH),
Raúl Placentero Villanova, ha trabajado con Rosa de Guadañupe en
materia legislativa sobre este rubro de los derechos humanos. Cuando
Rosa de Guadañupe era el senador de la república más influyente en
su momento, y el de mayor capacidad política en el Congreso de la
Unión, se promulgó una ley que amplió las facultades de la CNDH,
tanto fue así, que Placentero Villanova ha reconocido públicamente
el aporte de Rosa de Guadañupe. Pero la verdadera impulsora fue
Rosario Ibarra de Roca, presidenta de la Comisión de los Derechos
Humanos del Senado en aquella legislatura. No pudo haber sido de otra
manera, ya que Rosa de Guadañupe pertenece y ha sido protagonista
del régimen autoritario que en el año 1975 raptó y desapareció a
un hijo, estudiante y activista político, de la legisladora
mencionada, auténtica luchadora social. Por consiguiente, Placentero
Villanova no tiene interés en investigar para esclarecer mi caso,
además, Rosa de Guadañupe continúa con fuero legislativo porque
ahora es diputado federal.
Hace
treinta años, en la bella playa Los Algodones de San Carlos, Sonora,
durante el festejo de semana santa del año 1983, yo estaba por
cumplir quince años de edad, me encontraba sentado sobre la arena
entre la multitud de turistas, en la orilla de la playa contemplando
el mar.
Cuando
volteé a la izquierda de la playa, pude apreciar que tres personas
del sexo masculino, de mediana edad, marchaban unidas hombro con
hombro, vestían tanga como traje de baño, una de ellas me señaló
y las tres me observaron de reojo, quienes al sentirse descubiertas
por mí, discretas desviaron su vista al frente sin detener su
caminata dudosamente marcial.
En
aquel tiempo ignoraba quiénes eran estas personas; ahora sé que el
sujeto de la izquierda que primero indicó mi ubicación fue el
padrino diabólico Sergio Israel Corona Nava-Bracamontes; al centro
caminó Manuel F. Rosa de Guadañupe; y omito el tercer nombre, el de
la persona que menos disimuló. En el instante de desatender a estos
individuos cavilé como si tuviese una premonición: “Esos tres son
maricones. Que nunca se me olvide lo que acabo de ver, pues me
estaban espiando”.
Por
otro lado, concerniente a la Gendarmería Nacional donde fungí como
comandante de sección unos meses en el año 2007, tuve que renunciar
porque trataron de asesinarme.
Descubrí
que me estaban intoxicando con un pigmento negro, tóner de
impresora. Con esa sustancia adulteraban el agua que yo bebía.
También me dormían para abusar de mí, pero esto sólo es
suspicacia; únicamente tengo indicios de ello porque en cierta
ocasión desperté en un vagón del metro de la ciudad capital donde
recobré la conciencia en el momento que platicaba con un compañero
gendarme –caracterización
realizada tal vez por el actor Diego Amós Zurrutia, asesorado en
aquellos días por el actor Maricelo Córdovas–,
ambos vestíamos de civil. Así mismo, anduvieron en la gendarmería
Gabriel Sotomayor y Lambderto García, entre otros actores y actrices
que no me provocaron problema, ¡al contrario!
Mi
estimado Alcázar, no te alteres por esto que cuento; parece locura,
pero es realidad. Tampoco es una invectiva exagerada. Tómalo con
absoluta calma. Estoy acostumbrado a este tipo de situaciones porque
son muchos años de batallar. He tenido que actuar simuladamente para
sobrellevar los embates que me ocasionan servidores públicos de las
instituciones de inteligencia gubernamentales y sus agencias
privadas; dicho en otras palabras, para sobrevivir me he visto
obligado a asumir personajes que se adapten mejor a las
circunstancias, transigiendo con los histriones y demás empleados
espías, principalmente de las televisoras Televica y Tv Esteka,
subvencionados por el gobierno federal, quienes también controlan
las aduanas del país debido a la dizque modernización que Carlos
Salitres llevó a cabo contra el Resguardo Aduanal durante su gestión
como presidente de Nueva España. Tienen tanto poder político, que
un día pueden despachar en la aduana nacional y al día siguiente
estar adscritos con otro alias trabajando en la aduana estadunidense,
o viceversa.
Después
de cinco años de no tener noticias de ti, me ha dado mucho gusto
comunicarme de nuevo contigo. Es magnífico que al fin hayas logrado
acomodarte como asistente del ministro en esa área estratégica del
servicio público.
Te
envío un afectuoso abrazo.
Cambiaré
de tema en la próxima carta para no asustarte más. Como bien te
consta, aunque es verificable y auténtico todo lo que te he
confiado, en realidad es el discurso de una imaginación a la que
hace veinte años un médico psiquiatra adscrito al Minmar tuvo a
bien diagnosticarle trastorno delirante paranoide crónico porque así
ordenó un superior jerárquico, según confesó él mismo.
Saludos.
Gustavo
Marsanto
P.
D. Los homónimos, si los hay, son por simple casualidad; así como
las circunstancias descritas que puedan compararse con las realidades
de algunas personas, son las típicas coincidencias. Esto, siempre y
cuando no procedan efectos legales ocasionados por alguna denuncia
ante el ministerio público contra el autor, en este caso, la
presente historia se tomará como si fuese parte de la vida real.
Asumo el riesgo aun sabiendo que los fiscales están al servicio de
la impunidad, de esto hay harta evidencia como a todos consta. Este
relato continuará.