Muy
agradable es vivir en Heroica Guaymas durante el semestre comprendido
entre los meses de noviembre a abril, inclusive. En la otra mitad del
año, de mayo a octubre, la temperatura varía de caliente a
extremosa, manifestándose la insoportable canícula en los meses de
julio y agosto.
En
esos meses, la humedad atmosférica provoca sensación de calor
próxima a los cincuenta y cinco grados centígrados. Es tan
calamitosa que algunas personas mueren por el llamado golpe de calor,
la insolación. Tal parece, a los únicos que agrada esa temperatura
–aparte
de los turistas que recurren a las playas para asurarse–
es a los escarabajos, en especial a los de la especie esmeralda, pues
ellos abundan durante esa temporada, son de color verde en
tonalidades metálico y mate, preciosos. También está el escarabajo
capricornio, entre otros insectos.
En
cierta ocasión salvé de morir ahogado a un escarabajo esmeralda muy
pequeño, era casi idéntico al escarabajo esmeralda normal, pero con
redondez y tal vez la tercera o cuarta parte de su tamaño. No he
vuelto a ver otro de esa misma especie. A veces, cuando remuevo un
poco de tierra encuentro la oruga del escarabajo, se distingue muy
fácil por su contrastante color verde.
En
el verano de 2010 una plaga de más o menos trescientos escarabajos
esmeralda –¡eran
muchísimos!–
de
manera repentina llegó volando y cruzó a través de árboles
frondosos del barrio, donde se detuvo unos instantes y continuó su
derrotero sin entretenerse demasiado.
Nunca
había mirado y escuchado a plaga tan abundante de escarabajos. Los
escarabajos me rodearon y por poco atrapo uno. El ruido que producen
sus alas –aunado
a su maravillosa coraza verde brillante con relieves de su capote en
mate aceituna y ocre–
da símil a diminuta nave aérea. Estos escarabajos son frugívoros y
se deleitan con los mangos de la clase Tommy, pues los privilegian
por encima de las otras dos variedades de mango que hay aquí en mi
barrio –la
colonia El Mirador Playitas–
que, como dice el Chavo del Ocho, no vale ni un centavo, mas es linda
de verdad.
Siendo
un mediodía de finales de mayo del año pasado, yo caminaba por una
calle del barrio lindante a terrenos baldíos cuando tuve terrible
sensación psicodélica de una energía mortal, como si fuese una
burbuja de plasma transparente conteniendo en su interior un objeto
amorfo de manchas color blanco y negro que caía fulminante desde la
estratosfera –pude
verla–,
y la cual potente azotó mi pecho adentrándose en el tórax, golpeó
las vísceras y encontró acomodo a la altura del riñón izquierdo;
allí estancó y no la sentí más.
Sufrí
fuerte conmoción, un vahído que casi me derriba y me priva de los
sentidos, debido a lo cual para conservar el equilibrio detuve por
instinto uno de mis pasos en el instante del impacto; acto seguido,
me rehusé a lamentarme del daño que me provocó aquel proyectil
enervante y continué caminando. Me repuse de inmediato como si no
hubiese pasado nada, pero la inquietud y perplejidad causadas por
aquel fenómeno visionario aún permanecen en mí. Creo que se trató
no tanto de un síntoma paranoide provocado por alimentos adulterados
con drogas alucinógenas, sino de una premonición por algún
eventual acontecimiento informativo que afectará a mi persona, mas
la explicación del por qué llego a esta conclusión, con la
finalidad que sea verosímil, la daré cuando ocurra tan singular
evento, lo cual espero este año.
Los
escarabajos esmeralda fueron prolíficos en el año 2010, vamos a
esperarlos este año 2013 para ver si regresa aquella plaga que tanta
alegría causa en los niños, quienes disfrutan atrapándolos y
amarrándolos con un hilo para tenerlos como sus mascotas voladoras.
Así juegan con ellos hasta que los dichosos coleópteros
–agradecidos
por haberse convertido en juguetes según la creencia infantil–
pasan a mejor vida.
He
aconsejado muchas veces a los niños que ¡no amarren escarabajos!
porque ese juego tal vez no agrada a dichos insectos, pero ellos
siempre contestan: ¡Tú estás loco, eres un torombolo!
Son
niños muy inteligentes.