Votar
conviene nació ante la necesidad de expresar el rechazo ciudadano a
los partidos políticos que sólo velan por sus intereses y relegan
las necesidades de la población.
Votar
conviene pondera la importancia del voto independiente como la única
vía legítima para lograr la transformación social y política en
México que favorezca el crecimiento y consolidación de la clase
media progresista.
En
virtud de la reciente aprobación legislativa de la candidatura
independiente –apartidista–, el voto independiente ahora no sólo
se define por el sufragio realizado a favor de candidatos
independientes, sino por el voto que expresa la voluntad del elector
guiado por su albedrío en genuino interés cívico de participación
democrática, consciente que su voto efectivo es el principio rector
de gobierno y, por tal motivo, no admite ningún tipo de coerción
para votar por determinada opción política, ya sea partidista,
ciudadana o independiente.
El
candidato independiente es el político ciudadano que por propia
convicción no está afiliado en partido político alguno y en esa
circunstancia decide competir por un puesto de elección popular a
través de la candidatura independiente; mas esto no es impedimento
si se presenta la oportunidad de aceptar apoyo partidario para
concretar su aspiración política, entonces la candidatura
independiente se convierte en candidatura ciudadana. Respecto a esta
definición, el candidato independiente no es candidato advenedizo,
no es aquel político que ha pertenecido a un partido y, obedeciendo
a interés particular, tal vez por haber sido rechazado para la
candidatura partidista, decide renunciar a su partido para concursar
por la candidatura de otro partido o la opción independiente.
Votar
es prerrogativa constitucional del pueblo mexicano, es derecho que
debe ejercerse, no se renuncia a este privilegio sin tener que sufrir
las consecuencias del mal gobierno, el cual se impone debido a la
apatía ciudadana que no responde al llamado democrático de las
autoridades electorales cuando invitan a sufragar, pero también
porque existe votación sistémica y programática de electores
cooptados por el régimen oligárquico de partidos: la partidocracia.
Estos soldadescos electorales dependientes del establishment –poderes
fácticos– no se abstienen de votar ni mucho menos anulan su voto,
pues no son electores profanos.
En
gran medida, los responsables de la actual degradación nacional son
los electores que no acuden a la urna para emitir el voto efectivo o
van sólo para cometer la insensatez de anular intencionalmente la
boleta electoral. En elecciones intermedias, cuando se renueva la
cámara de diputados, los abstencionistas representan alrededor del
70 por ciento del padrón electoral y por esta razón el voto
clientelar de los soldadescos electorales de distintos grupúsculos
tiene en su poder el control de las plazas y políticas gubernativas.
De esta forma, con base en el clientelismo, cada una de las
corrientes ideológicas protege electoralmente su respectivo coto
presupuestal, ya que todas y cada una de ellas convergen en un común
denominador: el erario.
Así,
el 30 por ciento de los ciudadanos del padrón electoral son los
únicos que emiten su voto, entre ellos los clientes electorales de
las distintas facciones políticas, que representan alrededor de la
mitad de los votantes efectivos. Esto significa que sólo el 15 por
ciento de la ciudadanía sufraga, no para mantener privilegios y
prerrogativas a costa del presupuesto estatal como hacen los
coludidos con el sistema corruptor, sino por una auténtica
motivación republicana. Lamentablemente, aun este voto democrático
se había visto conculcado por los partidos políticos que se
arrogaban el derecho a ser votados, impidiendo el registro de la
candidatura apartidista ante el Instituto Federal Electoral (IFE), de
conformidad con el artículo 218 del Código Federal de Instituciones
y Procedimientos Electorales (COFIPE) que recientemente fue abrogado
por inconstitucional. Ahora sólo falta la respectiva ley
reglamentaria para expedir el pasavante de la candidatura apartidista
al debido proceso electoral.
Con
la finalidad de resaltar la importancia del acto de sufragar y la
oportunidad que debiera significar para cada una de las personas de
nuestra sociedad, supongamos que en este momento nos encontramos
contabilizando los votos de las elecciones intermedias del año 2015
y sorprendidos descubrimos que la votación técnica se eleva a una
participación ciudadana del ¡100 por ciento!, motivada por las
terribles crisis laboral, alimentaria, financiera y económica,
causadas y sostenidas por políticas intervencionistas como la
hacendaria y la energética, impuestas a los mexicanos mediante el
sistema oligárquico de partidos, más conocido por todos como
partidocracia.
En
estas elecciones intermedias de 2015, los soldadescos electorales no
pudieron revertir con su activismo el mandato ciudadano que ordenó
un cambio radical en las políticas de gobierno, pues cada uno de los
sufragios independientes es contrario a los cuatro partidos
hegemónicos del régimen oligárquico.
Mas
esto no es todo, porque los cuatro partidos en cuestión han perdido
el registro ante el Instituto Nacional Electoral (INE), sustituto del
IFE, pues la votación de los soldadescos electorales no supera el
mínimo porcentaje requerido para que las organizaciones políticas
Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional
(PAN), Partido de la Revolución Democrática (PRD), y Partido Verde
Ecologista de México (PVEM) conserven las canonjías partidistas.
Todo
esto se ha logrado en un solo día de nutrida y entusiasta votación
nacional. No es necesaria la versión siglo XXI de la Revolución
Mexicana ni todas las tragedias y muertes, ¡más de un millón!, que
trajo consigo en el siglo pasado, porque hoy por hoy los mexicanos
honraron con su voto indignado la memoria del pueblo revolucionario
que sacrificó la vida luchando por el establecimiento de un gobierno
patriota, ajeno al engaño, a la dependencia política, económica,
alimentaria y energética extranjera, y al crimen organizado;
consciente que el gobierno respetuoso de la voluntad democrática es
superior al gobierno sometido a intereses oligárquicos.
Ante
el inaudito resultado electoral, los partidócratas intentan –una
vez más– insultar la inteligencia del pueblo mexicano. Primero,
los perdedores se mofan del conteo rápido en el cierre de la
votación descalificándolo de la manera más ruin, apoyándose en
las dos principales televisoras de cobertura nacional
–imperialistas–, las cuales también reprueban cínicamente el
resultado del proceso electoral pergeñando argucias psicológicas
discriminatorias y racistas esgrimidas por famosos del espectáculo
noticioso para tratar de amedrentar a la ciudadanía. Desesperados,
los mandamases del régimen inhabilitan el sistema de cómputo del
IFE con la colaboración de Virusbrando, S. A. de C. V., para evitar
que se formalicen las tendencias electorales.
Por
suerte, un grupo de patriotas comprometidos con la democracia,
compuesto por periodistas, empresarios, y líderes de movimientos
ciudadanos políticos, más candidatos ganadores, mantienen informada
en todo momento a la sociedad acerca de los últimos acontecimientos
y organizan a los electores utilizando las redes sociales en
Internet, telefonía móvil, y medios informativos del México
independiente, disponiéndose a defender el voto mediante actividades
de presión civil que no se habían visto desde la época
revolucionaria. «¡Mueran los traidores de la democracia!», es la
consigna.
Gracias
a la determinación del pueblo mexicano, el presidente de la
república, bajo la amenaza de un golpe de Estado provocado por la
partidocracia, no tiene más alternativa que ordenar de inmediato el
restablecimiento del proceso electoral para contabilizar la totalidad
de los votos y oficializar el indiscutible triunfo de la democracia
institucional mexicana, así como también ordena la aprehensión
inmediata de quienes vilmente colocan a la institución presidencial
en esta encrucijada e intentan realizar el golpe de Estado contra los
Poderes de la Unión por medio del sabotaje al sistema informático
del INE, y con el cual pretenden consumar el tercer gran fraude
electoral de la historia reciente de México.
La
iniciativa presidencial fue cumplida, y cuarenta y ocho horas después
del fallido atentado golpista de la partidocracia, el pueblo de
México todavía se encuentra a la expectativa para defender el voto
cuantas veces sea necesario. Los conteos electorales se realizan en
aparente calma y con resultados congruentes al mandato ciudadano en
las urnas, de acuerdo con el conteo rápido del Programa de
Resultados Electorales Preliminares (PREP) del domingo anterior.
La
mayoría de los capos del régimen que por la noche del domingo
pasado intentaron el golpe de Estado ahora se encuentran en la
cárcel, pero otros cabecillas partidócratas logran escapar a sus
países de origen utilizando pasaportes de su verdadera personalidad
y nacionalidad, con dirección a Estados Unidos, España y Argentina,
principalmente, países a los que rinden máxima lealtad burlándose
de la nacionalidad mexicana que indignos usan y del pueblo mexicano
que sojuzgan.
Es
miércoles a mediodía y la autoridad electoral está emitiendo los
resultados oficiales de los comicios. Efectivamente, los partidos
PRI, PAN, PRD y PVEM han perdido el registro ante el Instituto
Nacional Electoral, pues ninguno de ellos obtuvo el nuevo mínimo
requerido del 3 por ciento de la votación. El PRD, el PAN, y el PRI
juntos consiguen un total de cinco diputaciones de representación
proporcional que significa el 1 por ciento de la cámara baja; el
PVEM se despide en blanco.
El
partido Movimiento Ciudadano (MC), que en la elección anterior
estuvo a punto de perder el registro, hoy logra el 51 por ciento de
la votación con doscientos cincuenta y cinco candidatos ciudadanos
triunfadores que postuló, y los candidatos que compitieron de manera
independiente o fueron abanderados por el Partido Nueva Alianza
(PANAL), el Partido del Trabajo (PT), y el recién creado Partido
López Obradorista (PALO), obtienen juntos el 48 por ciento restante.
Los
mexicanos festejan jubilosos el triunfo de la democracia. Toda
ciudad, pueblo y ranchería participa exultante de la buena nueva
electoral. La victoria republicana es cantada en todos los rincones
urbanos y rurales del país, en especial por los niños y los
jóvenes, mas los adultos no se quedan atrás y también festejan
lúdicamente como chamacos emocionados:
¡Hay
gran fiesta nacional!
¡México
gana!
¡Vence
al abstencionismo y la indolencia!
¡Mééééééxico
caaampeóóóóón!
¡Gol!
¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Goooool! ¡Goooooooool!
*
* *
Dos
años después de aquel triunfal cenit de la democracia mexicana, el
país avanza en todos los rubros deseables. La economía empieza a
ser boyante, aquellas crisis recurrentes fueron superadas permitiendo
así salvaguardar la cuestión alimentaria; y la misérrima situación
financiera que obligó al pueblo a acudir a las urnas en busca de un
desesperado cambio de régimen también ha cesado, porque se anuló
la inflación al cortar de tajo la corrupción, la ineptitud, la
traición y el despilfarro gubernamental en que incurrían los
mexicanos de papel. El Producto Interno Bruto (PIB) crece al 25 por
ciento anual, congruente a los inmensos recursos nacionales.
Por
su parte, el presidente de la república, fiel a su estilo, logra
tener diálogo eficaz con el Congreso de la Unión, ni siquiera fue
necesario dictar línea a sus correligionarios del senado para que
respetaran las iniciativas de la cámara baja, pues, como pocas veces
en la historia patria, los diputados están apoderados por el pueblo
mexicano; además, los otrora partidócratas del senado están
rendidos a la república. Los Poderes de la Unión trabajan
coordinados como nunca antes cumpliendo a cabalidad la Constitución
y las leyes, y por fin asumen con seriedad su respectiva
responsabilidad y liderazgo.
El
establishment de los poderes fácticos es pasado del México
heterónomo que tampoco existe más porque la nación evoluciona
resuelta a su realización plena. Tanto es así, que incluso el
pueblo estadunidense, alentado por el civismo mexicano, despierta de
su letargo y exige el establecimiento de un gobierno que atienda los
graves problemas de Norteamérica: el desempleo y la pobreza, y que
olvide la política imperialista llamada globalización.
Todo
México con entusiasmo ineluctable se prepara para las elecciones
presidenciales del próximo año. A todo lo largo y ancho del país
se conforman grupos solidarios que animan a sus compatriotas a
participar en las diversas actividades políticas benefactoras de la
comunidad que realizan los precandidatos a puestos de elección
popular. Incluso en el ámbito deportivo los campeones alientan a la
sociedad a actuar cívicamente; verbigracia, los futbolistas con cada
anotación festejan el gol señalando una equis en imaginaria boleta
electoral.
Ante
los magníficos resultados logrados gracias a la participación
ciudadana, la república comprende al fin que si ella misma no
trabaja para su propio bienestar, ningún político tradicionalista
tomará la iniciativa, aunque jure una y otra vez que lo hará.
¡Sí!,
por todo lo anterior: ¡Votar
conviene!