domingo, 8 de diciembre de 2013

Votar conviene

Votar conviene nació ante la necesidad de expresar el rechazo ciudadano a los partidos políticos que sólo velan por sus intereses y relegan las necesidades de la población.
Votar conviene pondera la importancia del voto independiente como la única vía legítima para lograr la transformación social y política en México que favorezca el crecimiento y consolidación de la clase media progresista.
En virtud de la reciente aprobación legislativa de la candidatura independiente –apartidista–, el voto independiente ahora no sólo se define por el sufragio realizado a favor de candidatos independientes, sino por el voto que expresa la voluntad del elector guiado por su albedrío en genuino interés cívico de participación democrática, consciente que su voto efectivo es el principio rector de gobierno y, por tal motivo, no admite ningún tipo de coerción para votar por determinada opción política, ya sea partidista, ciudadana o independiente.
El candidato independiente es el político ciudadano que por propia convicción no está afiliado en partido político alguno y en esa circunstancia decide competir por un puesto de elección popular a través de la candidatura independiente; mas esto no es impedimento si se presenta la oportunidad de aceptar apoyo partidario para concretar su aspiración política, entonces la candidatura independiente se convierte en candidatura ciudadana. Respecto a esta definición, el candidato independiente no es candidato advenedizo, no es aquel político que ha pertenecido a un partido y, obedeciendo a interés particular, tal vez por haber sido rechazado para la candidatura partidista, decide renunciar a su partido para concursar por la candidatura de otro partido o la opción independiente.
Votar es prerrogativa constitucional del pueblo mexicano, es derecho que debe ejercerse, no se renuncia a este privilegio sin tener que sufrir las consecuencias del mal gobierno, el cual se impone debido a la apatía ciudadana que no responde al llamado democrático de las autoridades electorales cuando invitan a sufragar, pero también porque existe votación sistémica y programática de electores cooptados por el régimen oligárquico de partidos: la partidocracia. Estos soldadescos electorales dependientes del establishment –poderes fácticos– no se abstienen de votar ni mucho menos anulan su voto, pues no son electores profanos.
En gran medida, los responsables de la actual degradación nacional son los electores que no acuden a la urna para emitir el voto efectivo o van sólo para cometer la insensatez de anular intencionalmente la boleta electoral. En elecciones intermedias, cuando se renueva la cámara de diputados, los abstencionistas representan alrededor del 70 por ciento del padrón electoral y por esta razón el voto clientelar de los soldadescos electorales de distintos grupúsculos tiene en su poder el control de las plazas y políticas gubernativas. De esta forma, con base en el clientelismo, cada una de las corrientes ideológicas protege electoralmente su respectivo coto presupuestal, ya que todas y cada una de ellas convergen en un común denominador: el erario.
Así, el 30 por ciento de los ciudadanos del padrón electoral son los únicos que emiten su voto, entre ellos los clientes electorales de las distintas facciones políticas, que representan alrededor de la mitad de los votantes efectivos. Esto significa que sólo el 15 por ciento de la ciudadanía sufraga, no para mantener privilegios y prerrogativas a costa del presupuesto estatal como hacen los coludidos con el sistema corruptor, sino por una auténtica motivación republicana. Lamentablemente, aun este voto democrático se había visto conculcado por los partidos políticos que se arrogaban el derecho a ser votados, impidiendo el registro de la candidatura apartidista ante el Instituto Federal Electoral (IFE), de conformidad con el artículo 218 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) que recientemente fue abrogado por inconstitucional. Ahora sólo falta la respectiva ley reglamentaria para expedir el pasavante de la candidatura apartidista al debido proceso electoral.
Con la finalidad de resaltar la importancia del acto de sufragar y la oportunidad que debiera significar para cada una de las personas de nuestra sociedad, supongamos que en este momento nos encontramos contabilizando los votos de las elecciones intermedias del año 2015 y sorprendidos descubrimos que la votación técnica se eleva a una participación ciudadana del ¡100 por ciento!, motivada por las terribles crisis laboral, alimentaria, financiera y económica, causadas y sostenidas por políticas intervencionistas como la hacendaria y la energética, impuestas a los mexicanos mediante el sistema oligárquico de partidos, más conocido por todos como partidocracia.
En estas elecciones intermedias de 2015, los soldadescos electorales no pudieron revertir con su activismo el mandato ciudadano que ordenó un cambio radical en las políticas de gobierno, pues cada uno de los sufragios independientes es contrario a los cuatro partidos hegemónicos del régimen oligárquico.
Mas esto no es todo, porque los cuatro partidos en cuestión han perdido el registro ante el Instituto Nacional Electoral (INE), sustituto del IFE, pues la votación de los soldadescos electorales no supera el mínimo porcentaje requerido para que las organizaciones políticas Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido Acción Nacional (PAN), Partido de la Revolución Democrática (PRD), y Partido Verde Ecologista de México (PVEM) conserven las canonjías partidistas.
Todo esto se ha logrado en un solo día de nutrida y entusiasta votación nacional. No es necesaria la versión siglo XXI de la Revolución Mexicana ni todas las tragedias y muertes, ¡más de un millón!, que trajo consigo en el siglo pasado, porque hoy por hoy los mexicanos honraron con su voto indignado la memoria del pueblo revolucionario que sacrificó la vida luchando por el establecimiento de un gobierno patriota, ajeno al engaño, a la dependencia política, económica, alimentaria y energética extranjera, y al crimen organizado; consciente que el gobierno respetuoso de la voluntad democrática es superior al gobierno sometido a intereses oligárquicos.
Ante el inaudito resultado electoral, los partidócratas intentan –una vez más– insultar la inteligencia del pueblo mexicano. Primero, los perdedores se mofan del conteo rápido en el cierre de la votación descalificándolo de la manera más ruin, apoyándose en las dos principales televisoras de cobertura nacional –imperialistas–, las cuales también reprueban cínicamente el resultado del proceso electoral pergeñando argucias psicológicas discriminatorias y racistas esgrimidas por famosos del espectáculo noticioso para tratar de amedrentar a la ciudadanía. Desesperados, los mandamases del régimen inhabilitan el sistema de cómputo del IFE con la colaboración de Virusbrando, S. A. de C. V., para evitar que se formalicen las tendencias electorales.
Por suerte, un grupo de patriotas comprometidos con la democracia, compuesto por periodistas, empresarios, y líderes de movimientos ciudadanos políticos, más candidatos ganadores, mantienen informada en todo momento a la sociedad acerca de los últimos acontecimientos y organizan a los electores utilizando las redes sociales en Internet, telefonía móvil, y medios informativos del México independiente, disponiéndose a defender el voto mediante actividades de presión civil que no se habían visto desde la época revolucionaria. «¡Mueran los traidores de la democracia!», es la consigna.
Gracias a la determinación del pueblo mexicano, el presidente de la república, bajo la amenaza de un golpe de Estado provocado por la partidocracia, no tiene más alternativa que ordenar de inmediato el restablecimiento del proceso electoral para contabilizar la totalidad de los votos y oficializar el indiscutible triunfo de la democracia institucional mexicana, así como también ordena la aprehensión inmediata de quienes vilmente colocan a la institución presidencial en esta encrucijada e intentan realizar el golpe de Estado contra los Poderes de la Unión por medio del sabotaje al sistema informático del INE, y con el cual pretenden consumar el tercer gran fraude electoral de la historia reciente de México.
La iniciativa presidencial fue cumplida, y cuarenta y ocho horas después del fallido atentado golpista de la partidocracia, el pueblo de México todavía se encuentra a la expectativa para defender el voto cuantas veces sea necesario. Los conteos electorales se realizan en aparente calma y con resultados congruentes al mandato ciudadano en las urnas, de acuerdo con el conteo rápido del Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) del domingo anterior.
La mayoría de los capos del régimen que por la noche del domingo pasado intentaron el golpe de Estado ahora se encuentran en la cárcel, pero otros cabecillas partidócratas logran escapar a sus países de origen utilizando pasaportes de su verdadera personalidad y nacionalidad, con dirección a Estados Unidos, España y Argentina, principalmente, países a los que rinden máxima lealtad burlándose de la nacionalidad mexicana que indignos usan y del pueblo mexicano que sojuzgan.
Es miércoles a mediodía y la autoridad electoral está emitiendo los resultados oficiales de los comicios. Efectivamente, los partidos PRI, PAN, PRD y PVEM han perdido el registro ante el Instituto Nacional Electoral, pues ninguno de ellos obtuvo el nuevo mínimo requerido del 3 por ciento de la votación. El PRD, el PAN, y el PRI juntos consiguen un total de cinco diputaciones de representación proporcional que significa el 1 por ciento de la cámara baja; el PVEM se despide en blanco.
El partido Movimiento Ciudadano (MC), que en la elección anterior estuvo a punto de perder el registro, hoy logra el 51 por ciento de la votación con doscientos cincuenta y cinco candidatos ciudadanos triunfadores que postuló, y los candidatos que compitieron de manera independiente o fueron abanderados por el Partido Nueva Alianza (PANAL), el Partido del Trabajo (PT), y el recién creado Partido López Obradorista (PALO), obtienen juntos el 48 por ciento restante.
Los mexicanos festejan jubilosos el triunfo de la democracia. Toda ciudad, pueblo y ranchería participa exultante de la buena nueva electoral. La victoria republicana es cantada en todos los rincones urbanos y rurales del país, en especial por los niños y los jóvenes, mas los adultos no se quedan atrás y también festejan lúdicamente como chamacos emocionados:


¡Hay gran fiesta nacional!
¡México gana! ¡Vence al abstencionismo y la indolencia!
¡Mééééééxico caaampeóóóóón!
¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Gol! ¡Goooool! ¡Goooooooool!


* * *
Dos años después de aquel triunfal cenit de la democracia mexicana, el país avanza en todos los rubros deseables. La economía empieza a ser boyante, aquellas crisis recurrentes fueron superadas permitiendo así salvaguardar la cuestión alimentaria; y la misérrima situación financiera que obligó al pueblo a acudir a las urnas en busca de un desesperado cambio de régimen también ha cesado, porque se anuló la inflación al cortar de tajo la corrupción, la ineptitud, la traición y el despilfarro gubernamental en que incurrían los mexicanos de papel. El Producto Interno Bruto (PIB) crece al 25 por ciento anual, congruente a los inmensos recursos nacionales.
Por su parte, el presidente de la república, fiel a su estilo, logra tener diálogo eficaz con el Congreso de la Unión, ni siquiera fue necesario dictar línea a sus correligionarios del senado para que respetaran las iniciativas de la cámara baja, pues, como pocas veces en la historia patria, los diputados están apoderados por el pueblo mexicano; además, los otrora partidócratas del senado están rendidos a la república. Los Poderes de la Unión trabajan coordinados como nunca antes cumpliendo a cabalidad la Constitución y las leyes, y por fin asumen con seriedad su respectiva responsabilidad y liderazgo.
El establishment de los poderes fácticos es pasado del México heterónomo que tampoco existe más porque la nación evoluciona resuelta a su realización plena. Tanto es así, que incluso el pueblo estadunidense, alentado por el civismo mexicano, despierta de su letargo y exige el establecimiento de un gobierno que atienda los graves problemas de Norteamérica: el desempleo y la pobreza, y que olvide la política imperialista llamada globalización.
Todo México con entusiasmo ineluctable se prepara para las elecciones presidenciales del próximo año. A todo lo largo y ancho del país se conforman grupos solidarios que animan a sus compatriotas a participar en las diversas actividades políticas benefactoras de la comunidad que realizan los precandidatos a puestos de elección popular. Incluso en el ámbito deportivo los campeones alientan a la sociedad a actuar cívicamente; verbigracia, los futbolistas con cada anotación festejan el gol señalando una equis en imaginaria boleta electoral.
Ante los magníficos resultados logrados gracias a la participación ciudadana, la república comprende al fin que si ella misma no trabaja para su propio bienestar, ningún político tradicionalista tomará la iniciativa, aunque jure una y otra vez que lo hará.
¡Sí!, por todo lo anterior: ¡Votar conviene!