martes, 14 de julio de 2009

En la Guerra Antinarco, ¿Quiénes son los malos?


Primero, necesito aclarar que los malos en esta guerra antinarco no somos los ciudadanos que el 5 de julio pasado no votamos por el PAN. Es decir, en la boleta que nos proporcionó el IFE se presentaron varias alternativas partidistas; incluso, los ciudadanos habríamos podido votar por candidatos no registrados o, en el último caso, anular la boleta electoral

En conclusión, no necesariamente somos narcotraficantes o secuestradores al haber votado por un partido opositor al PAN, tal como subliminal o explícitamente nos bombardearon con los comerciales de televisión y radio para que nos apropiáramos de tal aberración.

Los malos o ineficaces tampoco son los soldados del Ejército Mexicano a pesar de que el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) José Luis Soberanes declare que el crimen no se combate con más balas porque los criminales tienen más y mejores armas, demostrando dicho comisionado con esta declaración un evidente desconocimiento sobre las condiciones del actual equipamiento, de primer nivel, del Ejército Mexicano

De igual forma, la sentencia de la Human RightsWatch de EE. UU., cuando acusa una «creciente cantidad de abusos graves cometidos por los militares durante operativos contra el narcotráfico y de seguridad pública», soslaya el hecho de que la criminalidad nace, crece y se reproduce cometiendo delitos de toda índole, incluso aquellos de lesa humanidad, tales como feminicidios, magnicidios, secuestros, explotación sexual infantil, trata de blancas, tráfico de órganos, tráfico ilegal de personas, terrorismo; así mismo, asesinatos, contrabando de armas, narcotráfico, drogadicción, lavado de dinero, corrupción, robo, etcétera, y etcétera. ¿Podría existir algún mexicano que no haya sido afectado por, al menos, uno de los delitos anteriormente mencionados?

Para rematar, también tenemos declaraciones antagonistas a la guerra antinarco por parte de legisladores de todos los partidos políticos y varios líderes de opinión.

Sin el Ejército es muy difícil ganarle la guerra a los cárteles en México porque no existe una policía civil con la capacidad ofensiva de las fuerzas armadas.

Los soldados están ganando la batalla a la delincuencia, pero, de seguir con la misma estrategia, los criminales van a terminar rendidos, en la cárcel o muertos en combate en un plazo optimista de dos o tres sexenios más, cuando la cantidad de ejecutados o muertos en combate se haya acrecentado enormemente —en dos años y medio de enfrentamientos hay más de doce mil muertes

El Ejército está dando estos resultados en base a las estrategias planteadas por el gobierno federal. Sin embargo, mal haría el gobierno en disminuir la potencia ofensiva contra los cárteles para quitarse la presión de las organizaciones de Derechos Humanos.

El problema de la lentitud en la actuación del Ejército se debe a que los soldados requieren de condiciones más adecuadas para que el enfrentamiento con los distintos cárteles sea más eficaz, letal, que evite el desgaste propio del enfrentamiento en igualdad de condiciones o incluso en condiciones adversas para el Ejército por temor a perjudicar la vida institucional y los derechos humanos. ¿Acaso los criminales no destruyen la vida institucional y los derechos humanos cuando van a cobrar mensualmente supuesta protección a los empresarios y demás ciudadanos? Porque precisamente esto es lo que ocurre en la mayoría de las entidades federativas del país: Nuevo León, Aguascalientes, Tamaulipas, Coahuila y, que me disculpe el gobernador Peña Nieto, el Estado de México, por citar unos ejemplos.

Debido a que México no cuenta con una policía con la capacidad bélica y logística del Ejército, misma que pueda contrarrestar y nulificar al crimen organizado, el gobierno federal ha dispuesto que las fuerzas armadas ejerzan las funciones policiales. Sin embargo, el Ejército, por su propia naturaleza, está impedido a realizar con eficacia dichas actividades policíacas; además, si lograra comportarse como la mejor policía del mundo, no estaría a la altura para contrarrestar la agresividad de las organizaciones criminales que operan en México. Esta es la razón que valida el Secretario General de la OEA José Miguel Insulza cuando dice:  "hacer frente a las organizaciones de la delincuencia organizada es muy difícil sin la participación del Ejército".

Los soldados deben olvidarse de las tácticas policiales y desplegar su naturaleza bélica contra las bandas criminales que avasallan a la sociedad; no deben caer en el terreno ideológico de los asesinos que intentan justificarse ante la corrupción de algunas autoridades gubernamentales; y, necesariamente, también deben ignorar las críticas desfavorables por parte de las organizaciones de Derechos Humanos que, al parecer, están más interesadas en que el tráfico de narcóticos hacia EE. UU. continúe sin problemas. Así mismo, los soldados deben impedir que los asesinos impongan la agenda criminal.

En el mismo orden de ideas, sería propio utilizar la facultad Constitucional del Ejecutivo y declarar toque de queda para restringir las garantías individuales en aquellas zonas de violenciaextrema como las ciudades de Morelia y Ciudad Juárez

La diferencia entre una victoria pírrica que se consiga en veinte años, o un verdadero triunfo sobre la delincuencia organizada en relativamente pocos años, estriba en que el Ejército retome las funciones bélicas que le son propias y rechace, categóricamente, flagelarse con funciones policiales que resultan ineficaces ante la gravedad de la situación subversiva de los cárteles que han puesto en vilo a la seguridad nacional.

Los malos, entonces, son los narcotraficantes, terroristas, secuestradores, ladrones, asesinos, funcionarios corruptos, contrabandistas, proxenetas, y demás calaña por el estilo, quienes se han organizado para presentar un frente común contra la sociedad mexicana y las autoridades.



Artículo del reconocido Jurista Dr. Raúl Carrancá y Rivas de fecha 6 de agosto de 2009 Las Fuerzas Armadas y la suspensión de garantías de su Columna El Agua del Molino.